Nota del Transcriptor:
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PIO BAROJA
MEMORIAS DE UN HOMBRE DE ACCIÓN
El aprendiz de conspirador.
El escuadrón del Brigante.
Los caminos del mundo.
Con la pluma y con el sable.
Los recursos de la astucia.
La ruta del aventurero.
La veleta de Gastizar.
Los caudillos de 1830.
La Isabelina.
Los contrastes de la vida.
MEMORIAS DE UN HOMBRE DE ACCIÓN
El aprendiz de conspirador
ES PROPIEDAD
DERECHOS RESERVADOS
PARA TODOS LOS PAÍSES
COPYRIGHT BY
RAFAEL CARO RAGGIO
1920
Establecimiento tipográfico de Rafael Caro Raggio.
PIO BAROJA
MEMORIAS DE UN HOMBRE DE ACCIÓN
NOVELA
RAFAEL CARO RAGGIO
EDITOR
VENTURA RODRÍGUEZ, 18
MADRID
LAS RECOMENDACIONES DE MI TÍA ÚRSULA
Varias veces mi tía Úrsula me habló de un parientenuestro, intrigante y conspirador, enredadory libelista.
Mi tía Úrsula, cuya idea acerca de la Historia eraun tanto caprichosa, afirmaba que nuestro parientehabía figurado en muchos enredos políticos, afirmaciónun tanto vaga, puesto que no sabía concretaren qué asuntos había intervenido, ni definir qué entendíapor enredos políticos.
Yo supongo que para mi tía Úrsula, tan enredopolítico era la Revolución francesa como la riña dedos aldeanos borrachos a la puerta de una taberna,un día de mercado.
Aseguraba siempre mi tía, con gran convicción,que nuestro pariente era hombre de talento, despejado,esta era su palabra favorita, de mala intención,astuto y maquiavélico como pocos.
Yo, que he tenido la preocupación de pensar enel presente y en el porvenir más que en el pasado,cosa absurda en España, en donde, por ahora, loque menos hay es presente y porvenir, oía con indiferenciaestos relatos de cosas viejas que, por mitendencia antihistórica y antiliteraria, o por incapacidadmental, no me interesaban.
Hace unos años, pocos días después de la muerte[12]del ex ministro don Pedro de Leguía y Gaztulumendi,a quien se le conocía en el pueblo por LeguíaZarra, Leguía el viejo, una mañana, mi tía Úrsula,que venía de la iglesia, vestida de la cabeza hastalos pies de negro, con una cerilla enroscada, un rosarioy el libro de misa en la mano, se me acercócon apresuramiento:
—Oye, Shanti—me dijo.
—¿Qué hay?
—Sabes que Leguía Zarra ha dejado muchos papelesal morir.
—No sabía nada.
—Pues entre estos pa