Cubierta del libro

[p. 1]OBRAS COMPLETAS

DE

D. JOSÉ MARÍA DE PEREDA


[p. 3]OBRAS COMPLETAS

DE

D. JOSÉ M. DE PEREDA

de la Real Academia Española


Tomo XI

LA PUCHERA

SEGUNDA EDICIÓN


MADRID

VIUDA É HIJOS DE MANUEL TELLO

1901


[p. 4]Es propiedad del autor.


[p. 5]

Ilustración de adorno

I

«RÉ» EN LA ARCILLOSA

Q

Quién de los dosempujó primero, yo no lo sé. Quizás fuera el mar, acaso fuera el río.Averígüelo el geólogo, si es que le importa. Lo indudable es que elempuje fué estupendo, diérale quien le diera; es decir, el río parasalir al mar, ó el mar para colarse en la tierra. Mientras el puntose aclara, supongamos que fué el mar, siquiera porque no se concibentan descomunales fuerzas en un río de quinta clase, que no tiene doceleguas de curso.

¡Labor de titanes! Primero, el peñasco abrupto, recio y compacto dela costa. Allí, á golpe y más golpe, contando por cúmulos de siglosla faena, se abrió al fin ancho boquete, irregular y áspero, comofranqueado á empellones y embestidas. Al desquiciarse los peñascos dela ingente muralla, algo cayó hacia afuera que[p. 6] resultó islote mondo y escueto, y más deotro tanto hacia dentro, en dos mitades casi iguales, que vinieron áser á modo de contrafuertes ó esconzados de la enorme brecha. La labordel intruso para continuar su avance, fué ya menos difícil: sólo setrataba de abrirse paso á través de una sierra agazapada detrás de labarrera de la costa; y forcejeando allí un siglo y otro siglo, buscandoá tientas al obstáculo las más blandas coyunturas de su armazón degranito, quedó hecho el cauce, profundo y tortuoso, entre dos altostaludes que el tiempo fué tapizando de césped y bordando de malezas.

Atravesada la sierra, el cauce desembocó en un valle, verde yangosto, encajonado entre ondulantes cerros y colinas, que vanescalonándose suavemente y creciendo á medida que se alejan hacia laerguida cordillera que recorta el horizonte con su perfil de jorobas ypicachos, de Este á Oeste. Las aguas, detenidas un instante al asomaral valle, como para formar allí un remedo de golfo, corrieron haciala izquierda, lamiendo por aquel lado las faldas del montecillo quelas separaba del mar; después retrocedieron súbitamente, describiendorápida curva sobre la derecha; se deslizaron mansas, tranquilas yen línea recta, á lo largo

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