DE CARNE Y HUESO
EDUARDO ZAMACOIS
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BARCELONA
CASA EDITORIAL SOPENA
Provenza, 95{4}
Imp. y estereotípia de la casa editorial Sopena.—BARCELONA
AL INDICE |
Los astrónomos, al lanzar una mirada escrutadora á las profundidades delespacio, vieron que la Divinidad se empequeñecía y reculabaindefinidamente ante el poderoso objetivo de los telescopios, como loshistólogos, analizando los elementos atómicos de los tejidos,desesperaron de poner jamás al alcance de sus escalpelos el espírituhumano: los astrónomos dudaron de Dios cuando el telescopio fracasó enel cielo, y los médicos dudaron del alma cuando el microscopiodescompuso el nervio sin descubrir la X devorante de la vida; y es queel alma es la eterna quimera del individuo, como Dios es la quimerairresoluble del Cosmos.
Si es verdad, como dice Moleschott, que la inteligencia es un movimientode la materia y que el hombre, como ser pensante, es producto de sussentidos; y si es cierto, como afirma Taine, que «el pensamiento y lavirtud son productos como el vitriolo y el azúcar,» ¿qué resta delespíritu, esa inmortal mariposuela voladora que la consoladora filosofíamística supone aleteando á través de las inmensidades siderales, enbusca de su castigo ó de su salvación perdurable, después del últimoconvulsivo estertor de la carne agonizante?...
Nada...
El alma no está en el vientre, como suponían los{6} cartesianos, ni en lasangre, ni en el cerebro, y los que antiguamente se denominaronfenómenos psíquicos, son manifestaciones de la materia; vibracionesmagnéticas de la carne omnipotente que ama, que desea, que sufre...
Eso es lo que la ciencia halló en el hombre: huesos que se muevenobedeciendo á órdenes musculares, y músculos que se contraen bajo elimperio de los nervios, que vibran sensaciones... ¡Materia, en fin, portodas partes! Materia que impresiona, materia que vibra, que se contraey que obedece con la pasividad de lo inerte...
Y eso son los hombres: figurillas de barro; tristes polichinelas decarne y hueso, galvanizados unas veces por el amor, que les une; otraspor el odio, que les separa; ó por la codicia, que les consume, ó porsus ilusiones ó sus desesperanzas... pero rindiendo siempre pleitovasallaje á la sensación, el inexplicable resorte propulsor de la vida.
Por eso titulo esta colección de artículos, así: De carne y hueso.
En estos cuentos, escritos al correr de la pluma en noches de trabajomortal, he procurado describir matices diversos del complicado ramilletede las pasiones, y siempre, aun en el fondo de lo más metafísico yconceptuoso, encontré la huella de la sensación omnipotente, uniendo alespíritu y á la materia con cadena de eslabones inrompibles. Por todaspartes ví lo mismo: huesos, sangre, carne y nervios... Pero el alma, la